De terrorista del ISIS a hijo de Dios.














Era un despiadado asesino. Le gustaba torturar a sus victimas hasta que lograba que dijeran exactamente lo que quería; entre sus torturas favoritas se encontraba la “claviza”, una artística manera de llamar al cruel acto de introducir clavos en ojos, genitales y partes claves de sus victimas. Era conocido en todo el reino y ciudades aledañas, su nombre provocaba temor irreverente, y aún en otros, una profunda admiración. ¿como podía actuar tan fríamente? Hace años que no mostraba sentimiento alguno, ejecutaba ordenes tal cual robot que ha sido programado para obedecer sin miramientos las ordenes, sean cuales fueren. Era indiferente si eran niños, ancianos o mujeres, para él no había diferencia alguna, si debía asesinar, lo haría. Circulaba el rumor de que coleccionaba partes de sus victimas, solo por el puro placer de mostrar su superioridad. Era un hombre de mala fama, de esos que los padres evitan a toda costa que formen una amistad con sus inocentes hijos. La religión había devorado su cerebro y en su lugar había puesto un pedazo de carne que se deleitaba en el sadismo y el terror. El odio había consumido su alma, y aún su cuerpo mostraba una enfermedad que muchos aseguraban era un castigo Divino a su crueldad.

No obstante, nada podía detenerlo, acababa de recibir lo que llevaba años anhelando: libertinaje, había solicitado a sus autoridades “libertad de acción” para culminar su nueva misión, y se le había concedido. Con una sonrisa en su rostro llevaba horas imaginando las mas crueles muertes, los directores de cine de terror pagarían por dar un vistazo a una mente tan maquiavelica, seguro que extraerían las escenas que necesitaban para espantar a los que vieran su próxima película. Lo peor de todo es que era un hombre dispuesto a morir. Era un hombre que no le temía a la muerte.

Pero esa mañana de enero, todo cambio para él. Iba camino a una ciudad extraña, pero era lo que menos le importaba, su mente solo estaba enfocada en una sola cosa: la misión. Iba a capturar y secuestrar a un equipo de “personas peligrosas”, un grupo de pescadores y carpinteros que estaba alborotando al pueblo con ideas “revolucionarias” contra la ley del estado, y pretendiéndolas sustituir con ideas extrañas llenas de milagros sobrenaturales, resurrecciones y amor verdadero. Su misión era igual de importante como cruda: entrar, capturar y matar. Si debía ser violento, lo haría, el método era lo que menos le importaba, lo importante era la misión.

Pero de pronto una potente luz “mas fuerte que el sol” lo cegó completamente tirándolo de su caballo. No podía ver, estaba ciego. Por primera vez en mucho tiempo se sentía indefenso, débil y humillado. Su séquito le hablaba intentando entender lo que ocurría con su líder. “¿Que le ocurre señor?”, “¿Esta herido?”, “¿Quiere que le traigamos un medico?” – “No puedo ver nada malditos estúpidos, ¡esa luz me ha cegado!” respondió el líder sin dar crédito a lo que le estaba pasando.

“¿Por que me persigues Saulo?”

La voz lo dejo petrificado. Reconocía los tonos guturales de los que le acompañaban, y sabia que esa voz no pertenecía a ellos, pero lo que lo atemorizaba era el hecho de haber escuchado su propio nombre, hacia mas de una década que nadie lo llamaba así. Había estado frente a brutales ejércitos enemigos y enfrentado mil veces la muerte en sus propias fauces, pero esto superaba todo lo conocido, jamás había vivido algo semejante.


“¿Por que me persigues Saulo? es una verdadera locura pretender vencerme.”


“¿Quién eres, Señor?”


“Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo.”

El impacto lo confrontó como nunca antes. Era imposible, Jesús estaba muerto, él sabia los detalles de su crucifixión, era imposible contra toda lógica y razonamiento. ¿Acaso se habría vuelto loco? ¿Era un especie de broma de mal gusto? Sin embargo la voz mas potente que mil truenos volvió a hablar.

“Pero levántate, ponte de pie, porque me he aparecido a ti para designarte como mi servidor y testigo de lo que ahora has visto y de lo que todavía has de ver de mí. Te voy a proteger de los religiosos y también de los ateos, a los cuales ahora te envío. Te mando a ellos para que les abras los ojos y no caminen más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de satanás, sino que sigan a Dios; y para que crean en Mí y reciban así el perdón de los pecados y una herencia en el pueblo santo de Dios.”

Las palabras iban demasiado aprisa, tanto que no lograba digerirlas todas. ¿Acaso no era ya un escogido de Dios? ¿acaso no era precisamente por Él que se había convertido en lo que ahora era? ¿y si todo esto fuera un ardid de sus enemigos para atraparlo? El pensamiento le erizo la piel, debía levantarse de inmediato, si sus enemigos estaban cerca no les haría tan fácil su captura. Se levantó del suelo; pero una especie de goma cubría la pupila de sus ojos. Estaba completamente ciego. Comprendía que la potente luz lo hubiera cegado momentáneamente, pero esto era otra cosa, la situación parecía magia negra, una especie de conjuro que él no sabia controlar. Así que sus soldados lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco, la ciudad en la que debía cumplir su despiadada misión. Sus pensamientos no le daban tregua. “¿Que maldición es esta?” “¿Acaso moriré ahora como un vil ciego?” En un momento de desesperación clamo al cielo: “Dios por favor, confirma que esa voz eras tú y que todo esto es real…”. Permaneció en Damasco tres días sin ver, y sin comer ni beber nada, pensando seriamente en todo lo que hasta ese día había creído, esperando una respuesta a tantos pensamientos que lo atormentaban, hasta que una noche tocaron a su puerta.

“Es el profeta de Dios” – le dijeron, y fue más que suficiente para que lo dejara pasar de inmediato. El profeta lo vio fijamente, sabia quien era, conocía parte de su historial, pero la orden Divina había sido radicalmente clara: “Le impondrás manos para devolverle la vista, y le dirás que Yo lo he escogido para servirme…” – Las manos del hombre tocaron los ojos del ciego y algo como “escamas” se despegaron de sus pupilas de inmediato. Podía ver otra vez. Una expresión de absoluto asombro acompañada de un grito de júbilo rompió la solemnidad del milagro. “Dios dice que te ha sanado y te ha escogido para servirle.” Saulo escucho el mensaje sabiendo que era la confirmación solicitada, y acepto el llamado Divino con una sonrisa, por primera vez en su vida no sentía el peso de la religión, sino una extraña paz rodeaba su semblante.

Nadie podría ahora arrebatarle lo que ahora sabia, porque no estaba basado en libros antiguos, ni creencias populares ateas, él había escuchado, sentido y palpado a Dios, y Su realidad había impactado su vida, ahora él estaba en la dimensión de la ciencia, ahora él conocía el tono de la voz y el nivel de poder y amor de su Señor, ahora conocía personalmente a Jesús. Ahora dejaría de ser el asesino Saulo de Tarso, para convertirse en el santo Apostol Pablo.

Saulo abandonó inmediatamente su recamara, dispuesto a salvar con la verdad de Jesús a todos los “saulos de tarso” del mundo entero.


Libro de Hechos capitulo 9
LOS “SAULOS” DEL SIGLO 21


Todos tenemos algo en común con Saulo de Tarso: vivimos atrapados en ideologías, libros religiosos y creencias personales, hasta que la realidad de Jesús nos alcanza y nos hace libres.

No existe nada tan confrontador como experimentar la voz y el toque de Dios en nuestra propia vida.

Lo maravilloso es que no importa quienes somos o lo que hayamos hecho, Dios anhela revelarsenos a Si mismo y romper todo prejuicio y paradigma, y trasladarnos al mundo del amor y la ciencia. Así que cuando Dios te hable por medio de un tweet, de un blog, de un sueño, de una sanidad milagrosa, o de una voz audible que grita tu nombre, prestale atención porque te está dando el inmerecido honor de saber que Él es real. No importa si somos ateos o budistas, testigos de Jehova o musulmanes, católicos o agnósticos, asesinos o pornógrafos, homosexuales o pedofilos…Dios te ama y esta buscandote, y cuando Jesús te detiene en tu camino, es para mostrarte Su poder y amor, y luego enviarte a las naciones a salvar a otros como tú.


Autor: pastoralejandrorivas

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